En general, el recuerdo de la Guerra Civil Española (1936-1939) en nuestro suroeste está conectado con batallas lejanas (Madrid, el Jarama, Teruel, el Ebro) y luego con la última retirada cerca de la frontera catalana hasta el invierno de 1939.
Burdeos y su comarca estuvieron muy preocupados desde el inicio del conflicto por la proximidad y consecuencias de la Batalla de Irún, en la frontera, en el verano de 1936, y especialmente al año siguiente por las sucesivas caídas de los baluartes republicanos del Norte: País Vasco, Cantabria y Asturias. Esta fase del conflicto derivó en una auténtica guerra en el Golfo de Vizcaya con consecuencias directas en nuestras costas, y pronto la afluencia de refugiados que llegaban por mar, cada vez más desamparados, traumatizados y numerosos, en circunstancias cada vez más precarias y dramáticas. En 1937 llegaron a la Gironda más de 85.000 personas. En la Gironda más que en el País Vasco o en las Landas, “el gobierno no quería una concentración de refugiados en la frontera con España”.
Exposición
La política de acogida hacia ellos, inicialmente generosa y abierta, pronto se hizo más restrictiva, pero la llegada masiva de refugiados de la retirada tuvo que plantear esta cuestión en nuevos términos en un contexto también diferente.
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