Marruecos-España: ¿la reconciliación imposible? † le360.ma

¿Hasta cuándo debemos tolerar las crisis existenciales del vecino español? Un comienzo de una respuesta puede residir en la misma palabra «prójimo».

Las relaciones entre Marruecos y España han estado relativamente tranquilas en los últimos meses, tras la tempestad diplomática que sacudió las relaciones diplomáticas entre nuestros dos países, tras la inaceptable provocación de Madrid con el asunto «Brahim Ghali».

Es cierto que Arancha González Laya, la ex ministra española de Asuntos Exteriores, fue sacrificada por Madrid por la reconciliación diplomática. Pero eso parece lejos de ser suficiente. Aunque Arancha González tiene una gran responsabilidad en esta crisis, parecía tener que desempeñar el papel poco envidioso de chivo expiatorio, como para ocultar mejor la participación más profunda del aparato estatal español en esta crisis. Porque es claro que una provocación de esta magnitud tiene sus raíces fuera de los muros del «Palacio de Santa Cruz».

No se tiene que demostrar la implicación del servicio de inteligencia español y la complicidad, incluso la implicación, de determinados funcionarios, tanto de los servicios de seguridad como de los altos cargos políticos.

Pero más allá de la cuestión de los instigadores, es el software político español el que nos parece mejor capaz de entender que este tipo de provocaciones han resurgido en las últimas décadas. Porque España no está en su primer intento. Piense en la crisis que rodeó a la isla de Leïla (Isla del Perejil) en 2002, pero también en la hostilidad latente ya menudo activa de Madrid, tanto si el gobierno es de izquierda como si es de derecha, hacia la integridad territorial de Marruecos. Una animosidad que se manifestó tanto diplomáticamente como en los medios de comunicación en una guerra de desinformación en curso.

Más recientemente, un evento que ha pasado relativamente desapercibido merece atención.

VOX, el partido español de extrema derecha que se incorporó recientemente al gobierno regional de Castilla y León, presentó hace varios meses un proyecto de ley a la Comisión de Defensa del Congreso para poner a Sebta y Melilla bajo la protección de la OTAN. Algunos dirán que es solo un partido político marginal, que no debe tomarse en serio, y que el Senado español ha rechazado esta propuesta de todos modos.

Según la Ley de Murphytodo lo que puede salir mal, saldrá mal“. Pues en los últimos años este pequeño partido ha seguido creciendo integrando inicialmente el Parlamento de Andalucía, hoy Junta de Castilla y León. Hoy es el tercer poder político de España. Y mañana lo más probable es que se incorpore al gobierno de España. pues la derecha clásica vencería a la izquierda en las próximas elecciones parlamentarias, previstas para 2023. Porque VOX no está sola, cuenta con el apoyo implícito y en ocasiones explícito del Partido Popular (PP), la segunda fuerza política del país.

VOX dice en voz alta lo que en silencio piensa el PP. Está claro que en este escenario, los ministerios a los que mira este partido de extrema derecha no son otros que el de Defensa y el de Asuntos Exteriores. La legalización de la escena política española está en marcha.

Pero más allá de la dialéctica política izquierda/derecha, el denominador común del imaginario político español sigue siendo un profundo temor a la unidad del país.

Porque a nivel del frente interior, las tendencias independentistas tanto de catalanes como de vascos, y en menor medida de los andaluces, siempre han expresado la extrema fragilidad del sentido de unidad e identidad española como nación. Una identidad que, como cuenta la novela nacional, surgió en conflicto, a través de una ‘reconquista’ de más de cinco siglos, pero que todavía estructura profundamente el imaginario español. Esto podría llamarse una identidad negativa. No en un sentido moral, sino en el sentido de que necesita intrínseca y permanentemente un frente externo para silenciar las contradicciones internas. Desde este punto de vista, España nació de una larga dinámica de fusión de varias coronas contra un enemigo común, los moros. Sin embargo, esto no es suficiente para decretar una nación. Como anécdota, el himno nacional español, que se supone debe caracterizar un fundamento común y profundo, no tiene texto oficial. Así que lo que no se puede cantar del lado español se grita regularmente en Marruecos.

En esta perspectiva, Marruecos imaginado por Madrid sirve como contraste para este frágil sentido de unidad. Pero, ¿hasta cuándo debemos tolerar las crisis existenciales del vecino español? Un comienzo de una respuesta puede residir en la misma palabra «prójimo». Porque la geografía es la que es, cuanto más aumente el peso económico y geoestratégico de Marruecos en la región, más España tendrá que buscar previsiones para sus tormentos internos en otros lugares.

Reyes Godino

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