Armados con picos, palas y tijeras, una veintena de voluntarios ascienden por el pedregoso camino que sube desde el pueblo extremeño de Aldeanueva de la Vera (España) hasta la Sierra de Tormantos. Este diverso grupo de pequeños propietarios, jubilados y jóvenes neorrurales se unen este sábado de noviembre por una misma misión: acequia, un canal de riego ancestral.
«Sembraremos agua, corrige con una sonrisa el secretario de la comunidad de regantes de Ocho Caños, José Antonio Jiménez, que se acerca a paso rápido bajo un cielo despejado. Gracias a acervovamos a dejar que el agua se filtre en el subsuelo como una esponja y circule lentamente en el manto freático, en lugar de gotear, zumbar por los ríos y perderse en el Tajo y luego en el mar. Así, se mantendrá el agua en el territorio y «cosechado» en el verano, si no funciona.
Cavado entre el VIIImi y la Xmi siglos, miles durante la era musulmanaacervo canalizó agua de ríos, lluvias y aguanieve para abastecer campos y pueblos de España a través del riego por gravedad durante siglos antes de caer en desuso a partir de la década de 1960.
Ante los efectos del cambio climático y asesorados por un grupo de investigadores, una cincuentena de comunidades de regantes -agrupaciones de propietarios con derechos de suministro de agua- han decidido en los últimos años continuar con su recuperación.
“Ya no nieva como antes. Sin embargo, el derretimiento paulatino de la nieve permitió extender la disponibilidad de agua en el tiempo, explica el presidente de la comunidad de regantes de Ocho Caños, Jesús Valleros, un extrabajador agrícola de 63 años. Urge encontrar otra forma de ahorrar agua en la zona, porque en verano podemos pasar tres o cuatro meses sin que llueva una gota. »
«Efecto instantáneo»
Después de dos horas de caminata, el pequeño grupo agarra sus herramientas y comienza a limpiar un surco. tierra, poco profunda, de menos de un metro de ancho, cubierta de zarzas y piedras, que serpentea por la ladera de la montaña. I’acequia, imposible de reconocer para un profano, es conocido como el Pesquera de Navalajarre por los ancianos del pueblo. “Cuando yo era joven, estos pastos siempre estaban poblados por rebaños de cabras y los pastores se ocupaban del mantenimiento de los Pesca para mantenerlos verdes”, recuerda el señor Valleros, gorra y manga corta bajo el sol de otoño.
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