El Gobierno pide que la Fiesta Nacional de España, el próximo jueves 12 de octubre, no sea la “fiesta del insulto”. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, teme manifestaciones en su contra por su plan de conceder amnistía a los líderes independentistas catalanes.
Mientras tanto, el socialista Pedro Sánchez gobierna el país. Todavía necesita aprobar un voto positivo de la mayoría del parlamento para cumplir otro mandato. El número de diputados de izquierdas es insuficiente para invertir en Sánchez, que debe apelar a los separatistas catalanes para salir de esta situación. A cambio, estos últimos se beneficiarán de una amnistía que borrará todos los procedimientos judiciales relacionados con el intento de secesión de octubre de 2017.
Este proyecto enfurece a la derecha y a la extrema derecha, que planean hacer oír su voz con motivo de la fiesta nacional, el próximo miércoles 12 de octubre. Cada año, Pedro Sánchez es insultado y abucheado durante el desfile militar. Pero debido a las tensiones políticas actuales, Moncloa teme grandes excesos. El primer ministro interino se quejó de la situación al líder opositor Alberto Feijóo. Pedro Sánchez se reunió personalmente con el líder conservador a principios de esta semana para preguntarle “dejar de agitar las calles y respetar institucionalmente la fiesta nacional, la constitución y los símbolos patrios”.
La derecha hace oídos sordos a la exigencia y enviará a sus seguidores a protestar contra la amnistía, como el 24 de septiembre en Madrid y el 8 de octubre en Barcelona, organizando manifestaciones contra el gobierno. El objetivo de Feijóo es ejercer la máxima presión sobre Pedro Sánchez, con el resultado de que no sea nombrado presidente del Gobierno. Si lo consigue, la derecha espera que Pedro Sánchez quede tan debilitado que tarde o temprano tendrá que convocar nuevas elecciones.
La fiesta nacional está presidida por el rey Felipe VI. Los principales aliados de Pedro Sánchez, los separatistas catalanes y los regionalistas vascos, no asistirán a la recepción real oficial por su oposición al régimen monárquico. Una situación que refuerza el deseo de los activistas de derecha de denunciar que, según ellos, el Primer Ministro es en realidad un traidor a la nación.
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