Veinte toneladas de nabos arrojadas a los chivos expiatorios para expulsar el mal: esta es la receta del pueblo español de Piornal para dar la bienvenida al nuevo año.
Una tradición seguida desde el principio de los tiempos. Este ritual se lleva a cabo en pleno invierno, los días 19 y 20 de enero. Los habitantes de Piornal, un pueblo de 1.500 habitantes en el Valle del Jerte, en Extremadura (centro), utilizan esta verdura de temporada para bombardear las “jarramplas”. Jarramplas es un curioso personaje que desfila por las calles ataviado con un traje elaborado con tiras de tela multicolor, con grandes cuernos y una cola de crin.
Ahuyenta a los malos espíritus del 2017
Según algunos aldeanos, el antepasado de Jarramplas era un ladrón de ganado que fue castigado por los habitantes. Pero otros sostienen que la tradición está vinculada a una costumbre pagana que se remonta a la época romana. El objetivo, además de castigar al chivo expiatorio, es «ahuyentar los malos espíritus de 2017 para que el año sea bueno, así como la cosecha de cerezas» (de las que viven dos tercios de los habitantes), asegura el alcalde Ernesto Agudiez. “Si podemos volver a hacerlo, lo haré”, promete David Amado, un joven de unos veinte años que acaba de terminar “Jarramplas”.
Durante veinte minutos, David tuvo que soportar los lanzamientos de nabos, casi a quemarropa, por parte de cientos de vecinos. Está bien protegido: casco de fibra de vidrio, rejilla protectora para los ojos, placa pectoral, rodilleras… el traje y la protección pesan 40 kilos, sin incluir el tambor que tiene que tocar.
Esperando 21 años para convertirse en «Jarramplas».
“No duele nada”, asegura David, uno de los 23 jarramplas que participarán en esta popular fiesta el jueves 19 de enero. “Lo que cansa sobre todo es el peso”, asegura otro “Jarramplas”, Sergio Calle Alonso. Está previsto un lanzamiento para el viernes 20 de enero en los dos «Jarramlas oficiales», designados cada año por el ayuntamiento, respetando escrupulosamente una lista de espera de… 21 años.
Sergio Díaz Prieto, corredor de seguros, consiguió un puesto fijo en 2004, tras once años de espera, y asegura que ser ‘Jarramplas’ es un arte. «Hay que saber golpear el tambor, y avanzar balanceándose, no como una estatua. Un buen ‘Jarramplas’ sabe exponerse para que la gente golpee fuerte», asegura. Como la cosecha de este año fue buena, se reservaron 21,4 toneladas de nabos para la fiesta. Suficiente para una buena descarga de adrenalina y suficiente para liderar una catártica “batalla del bien contra el mal”, resume jubilosa Lorena Pérez Vicente, otra residente.
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