Desde el inicio de la competencia espacial a mediados de los años 50, España ha estado al lado de Estados Unidos. Nuestro país jugó un papel crucial en el programa Apolo, que llevó a astronautas estadounidenses a la superficie de la Luna seis veces y los devolvió con éxito a la Tierra entre julio de 1969 y diciembre de 1972.
Y si bien la aportación de España hace medio siglo fue decisiva para demostrar la superioridad tecnológica de Washington sobre Moscú, la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA) de Estados Unidos ha vuelto a centrar su atención en España para desempeñar un papel similar en el nuevo reto al que se enfrenta el país.
Aún no se ha declarado oficialmente, pero la carrera espacial entre Estados Unidos y China es una realidad. El principal campo de batalla vuelve a ser la luna, estrella en cuya superficie los dos países quieren ser los primeros en hacer aterrizar a sus astronautas en la presente década, después de casi cincuenta años sin presencia humana.
El motivo que llevó a la dirección de la Agencia estadounidense a apostar de nuevo por España es su estratégica posición geográfica que ocupa el importante complejo de comunicaciones de muy larga distancia que la NASA tiene en Robledo de Chavela, a unos 60 kilómetros al oeste de Madrid.
Allí se acaba de inaugurar una gran antena parabólica que ya está en uso, además de las cuatro que ya están en pleno funcionamiento. Los cinco se dedican a mantener un vínculo permanente con el creciente número de misiones robóticas que exploran el sistema solar, para controlarlas y monitorearlas en todo el cosmos.
Robledo de Chavela es el más importante para la NASA
Pero no solo. El motivo último de la instalación y activación inmediata de una cuarta gran antena en Robledo de Chavela es anticiparse al futuro. La NASA quiere disponer de la infraestructura terrestre imprescindible para garantizar el buen desarrollo de las misiones tripuladas de su programa Artemis, que devolverá a la Luna a astronautas estadounidenses, europeos y japoneses a partir de mediados de esta década. Y posteriormente irán a Marte, lo que no ocurrirá hasta finales de los años 30 del presente siglo.
La nueva antena está codificada DSS-56, tiene un diámetro de 34 metros y técnicamente transmitirá y recibirá señales en las bandas S y X y recibirá cantidades masivas de datos en las bandas K y Ka. Es similar a otro avión aún en construcción llamado DSS-53, que se espera que entre en servicio «a finales de este año», según fuentes de la NASA.
Están ubicados en unas instalaciones del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA) del Ministerio de Defensa y fueron construidos en el marco del acuerdo de cooperación científica firmado en enero de 2003 entre los gobiernos de Madrid y Washington.. Son parte de un programa para ampliar y mejorar las capacidades de enlace, retransmisión y recepción de datos de la Red de Espacio Profundo (DSN) de la NASA.
El DSN está formado por tres centros situados en todo el mundo, que controlan una veintena de misiones espaciales, tanto de Estados Unidos como de otros países, por ejemplo Japón, Emiratos -la sonda Al Amal hasta marzo-, India y la Agencia Espacial Europea.
La estación de seguimiento de Robledo de Chavela se llama oficialmente Complejo de Comunicaciones del Espacio Profundo de Madrid y es conocida dentro de la NASA con la abreviatura MDSCC. Con otra instalación similar en Goldstone -en el desierto de Mojave en California- y otra cerca de Canberra (Australia), su gestión ha sido confiada al Jet Propulsion Laboratory (JPL) de Pasadena (California), una de las instituciones colaboradoras más importantes de la NASA.
Con el dificilísimo objetivo de 2024
Con cinco antenas ya en funcionamiento en Robledo de Chavela -cuatro de 34 metros y una de 70-, el complejo de comunicaciones español será el mayor de la NASA. Y cuando a finales de este año se active la antena que actualmente se está terminando, el potencial de Madrid será un 50% mayor que el de Goldstone y Canberra, que cuentan cada uno con cuatro antenas, tres de 34 metros y «una de 70 metros».
Debido a que los tres centros están ubicados en regiones geográficas bien elegidas, el largo alcance y el amplio campo de visión de las antenas significa que al menos una de las tres estaciones puede hacer contacto con una nave espacial cuando está a más de 30.000 kilómetros de la Tierra, menos de diez veces la distancia media entre la Tierra y la Luna.
Además, las antenas de las otras dos estaciones se pueden controlar y orientar de forma remota desde cualquiera de los tres centros. Por ejemplo, técnicos madrileños revisan las antenas de Goldstone y Canberra durante el horario escolar español.
Jim Bridenstine, el administrador de la NASA designado por Donald Trump, dejó su cargo el 20 de enero con una solicitud al nuevo presidente Joe Biden para mantener el programa Artemis para el regreso de astronautas a la luna. Por ahora, Steve Jurczyk, un alto funcionario de la NASA, asumirá la responsabilidad como jefe interino de la Agencia y seguirá adelante con los planes establecidos.
Hasta que un nuevo director tome el mando de la NASA, todas las acciones de Steve Jurczyk continuarán en preparación para la misión inaugural Artemis I. Esta es la primera prueba de vuelo no tripulada de la nueva cápsula espacial Orion. cuya misión es situarse en la órbita lunar para demostrar la validez de las nuevas tecnologías, en concreto el nuevo sistema de lanzamiento espacial y los sistemas de lanzamiento instalados en el Centro Espacial Kennedy en Cabo Cañaveral, Florida.
Como aún no se ha fijado una fecha para el despegue de Artemis I, la posibilidad de una primera misión con astronautas en 2024 es prácticamente imposible, a menos que se acelere el programa y se aumente significativamente el presupuesto.
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