GIURGIU: Rumania y Bulgaria han estado esperando en la antecámara de Schengen durante más de diez años. Ante la nueva negativa de su adhesión el jueves en Bruselas, la amargura gana a estos dos países seducidos por el euroescepticismo.
El primer ministro rumano, Nicolae Ciuca, expresó su «profunda decepción». «La unanimidad no fue posible porque solo un estado, Austria, rechazó nuestra candidatura», dijo a los periodistas en Bucarest.
En Bulgaria, el presidente Roumen Radev lamentó que «se hayan establecido fronteras internas dentro de la Unión Europea (UE)».
Esperando interminablemente en la frontera
No formar parte de esta amplia zona de libre circulación, que permite viajar sin controles fronterizos, se traduce en tiempos de espera interminables en los distintos pasos fronterizos.
Todos los días al amanecer se forma una cola de camiones de una milla de largo.
Blasé, los conductores entrevistados por AFP en Giurgiu, en el lado rumano, a principios de diciembre, están pagando las largas horas de espera en el camino hacia el control aduanero hacia Bulgaria.
Para Alexandru Birnea, camionero durante 13 años, unirse a Schengen facilitaría la vida de miles de transportistas.
«Queremos evitar perder tanto tiempo y por tanto dinero en estas interminables colas para volver más rápido a nuestras familias», explica el conductor con aspecto de rockero de 36 años, que no se hacía ilusiones con el resultado de la votación.
veto austriaco
Sin embargo, la Comisión Europea lleva tiempo pidiendo esta prórroga y repitió su llamamiento en noviembre. Si a la turística Croacia se le ha dado luz verde, Rumanía (19 millones de habitantes) y Bulgaria (6,5 millones) seguirán enfrentándose a reticencias.
No obstante, los dos antiguos países comunistas se unieron a la UE antes, en 2007, y han cumplido con los criterios técnicos desde 2011, pero se les ha pedido que avancen en la justicia y la lucha contra la corrupción.
Colocados bajo la lupa del Mecanismo de Cooperación y Verificación, un sistema de seguimiento reforzado, salieron en 2019 para Sofía y el 22 de noviembre para Bucarest. Algo para revivir la esperanza por un tiempo.
Lamentablemente, Austria ha agudizado su retórica al denunciar una afluencia de solicitantes de asilo que empeoraría en caso de una ampliación del espacio Schengen.
«No pasan por Rumanía», sino principalmente por Serbia, respondió el ministro del Interior rumano, Lucian Bode, en referencia a los cerca de 140.000 migrantes contabilizados desde enero por la agencia europea Frontex en la «ruta de los Balcanes desde el oeste».
La negativa de Viena «se basa en cifras que consideramos incorrectas», agregó el jueves el primer ministro Ciuca.
En realidad, este veto responde «principalmente a cuestiones de política interna», en un contexto de auge de la extrema derecha en las encuestas, apunta el profesor de Ciencias Políticas Sergiu Miscoiu.
Lo imposible
Holanda, hostil durante mucho tiempo, ha moderado su postura y ha dado luz verde a Rumanía, pero sigue «preocupada» por la «corrupción y los derechos humanos» en Bulgaria.
“Quiero asegurarme de que no se puede cruzar la frontera con un billete de 50 euros”, dijo la semana pasada el primer ministro Mark Rutte.
El ministro del Interior búlgaro, Ivan Demerdjiev, rechazó los comentarios «insultantes», la falta de «demandas concretas» y recordó «los esfuerzos excepcionales para satisfacer las demandas de los socios europeos».
“Esperamos lo imposible del país más pobre y corrupto de la UE”, resume el semanario búlgaro Capital.
Según Miscoiu, «el ambiente negativo fortalecerá a los euroescépticos, especialmente en Bulgaria, que ya ha tenido cuatro elecciones en los últimos dos años».
El presidente rumano, Klaus Iohannis, también advirtió contra un rechazo que podría «poner en peligro la unidad y la cohesión europeas que tanto necesitamos, especialmente en el contexto geopolítico actual».
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