Publicado el 2 de noviembre de 2021 a las 6:04Actualizado el 2 de noviembre de 2021, 11:52
Hasta donde alcanza la vista, el paisaje es árido… colinas sin sombras con sus laderas de barrancos donde árboles polvorientos se aferran aquí y allá. No es de extrañar que Sergio Leone rodara sus spaghetti westerns aquí en la década de 1960, mientras que David Lean recreaba el desierto de Laurence de Arabia no muy lejos de aquí.
La costa de Almería, en el este de Andalucía, es una de las zonas más secas de España. El clima subdesértico, más africano que europeo, está destinado a nuevos extremos, según expertos del IPCC. Se espera que las temperaturas aumenten en un promedio de 2,4 grados en 2050, pero eso no será una excepción.
Las tres cuartas partes de España se encuentran en la zona seca y 90.000 km2, es decir, casi el 20% del territorio continental presenta un alto o muy alto riesgo de desertificación.
realización vaga
La ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, dio la voz de alarma y anunció la presentación de un plan contra la desertificación para 2022. A pesar de su dramática observación, no parece haber vientos de pánico en España. Ríos secos, períodos de lluvias torrenciales y nubes de arena del Sahara son parte de la rutina.
Sin embargo, más del 70 % de las cuencas fluviales de España se enfrentan a niveles de estrés elevados, si no severos, y los grupos ecologistas piden una revisión urgente de la gestión del agua para hacer frente a las fuentes ilegales, la agricultura intensiva excesiva y la contaminación de las aguas subterráneas.
Hasta el momento, los mensajes de alerta no han llegado y los planes y estrategias elaborados por el gobierno para combatir el cambio climático apenas han producido resultados concretos. “Todavía estamos en los informes y aún no en la acción. No hay desarrollo de una política global a nivel nacional, por falta de relevos en las regiones”, describe Theo Oberhuber de la asociación Ecologistes en acción.
Según él, tampoco hay una conciencia real a nivel local del impacto del hormigonado de las costas y los desarrollos inmobiliarios desproporcionados, ni de la desaparición de tierras fértiles, el agotamiento de los recursos hídricos y la pérdida de biodiversidad. “Si los grandes proyectos urbanísticos se han ralentizado en los últimos años es principalmente porque ya no eran rentables. Es terrible, pero se lo debemos más a la crisis financiera y al estallido de la burbuja inmobiliaria que a las movilizaciones ciudadanas oa la actuación de las administraciones, apunta el ecologista. Existe una vaga sensación de los cambios que se avecinan, pero el horizonte de 2050 sigue estando muy lejos para muchos. †
Retirarse de la costa
España, que acogió con entusiasmo la COP 25 en Madrid en 2019, se ha mantenido hasta ahora muy pasiva ante los riesgos a los que está expuesta la Península Ibérica. La artificialidad del suelo y las presiones humanas a lo largo de la costa mediterránea afectan a los ecosistemas costeros. Las franjas de playa están retrocediendo notablemente y el Delta del Ebro ha sufrido una metamorfosis visible a simple vista en los últimos años. En Murcia, la gran laguna salada del Mar Pequeño está siendo atacada por algas verdes y los peces mueren en el agua cargada de nitratos vertidos de las granjas aledañas, y la contaminación de las aguas subterráneas.
En la costa mediterránea, el boom inmobiliario y la concretización de la costa se ven como un signo de prosperidad. Es difícil cambiar de perspectiva y cuestionar la artificialización del suelo y la restauración de los ecosistemas. Las iniciativas sólo surgen localmente. Como en Xabia, balneario del litoral valenciano, donde el alcalde José Chulvi, preocupado por la «insoportable presión humana durante los meses de verano», intentó tomar una serie de medidas para paliar el impacto de la presión del turismo sobre la fauna y flora marina .restringiendo el acceso a los arroyos. “Un modelo económico no debe acabar con nuestra forma de vida”, dice, pidiendo la implicación del Gobierno regional.
Ante la emergencia, las regiones de Cataluña y Valencia acaban de publicar informes prospectivos sobre los impactos del cambio climático y la subida del nivel del mar en el litoral mediterráneo. Ambos documentos destacan la evidencia del retroceso de la costa y la importancia de regenerar los sistemas de dunas y las esteras de pastos marinos. También abogan por abolir la planificación urbana en áreas vulnerables, así como por reubicar infraestructura potencialmente en peligro. Pero las compensaciones serán difíciles, mientras que los desarrollos urbanos se consideran el motor esencial de la economía local.
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