Europa se enfrenta a dos retos: encontrar una alternativa al suministro de gas de Rusia y frenar la demanda interna para capear el temporal económica y socialmente. Pero el desarrollo de las conexiones entre España y el resto de Europa debe ser el resultado de un acuerdo político común.
Con el aumento de los precios de los hidrocarburos y el cierre del gasoducto Nord Stream 2, la Unión Europea está intentando activamente liberarse de su dependencia de Rusia. A pesar de la creciente oposición política entre Marruecos y Argelia, España está intentando desarrollar sus conexiones con el resto de Europa y podría convertirse en el nuevo hub gasista antes de que finalice esta década. El país ya cuenta con el 45% del almacenamiento de gas natural de Europa y un tercio de las plantas de regasificación de Europa, el proceso que convierte el gas licuado en gas natural.
“Tenemos un sistema extremadamente versátil y flexible”, explica Arturo Gonzalo, director general de la compañía nacional de gas española Enagas. Podemos manejar gas de diferentes fuentes. El año pasado, por ejemplo, recibimos gas de 14 países diferentes. También tenemos dos conexiones de gasoductos con Francia. Por tanto, somos sin duda un actor importante a la hora de diversificar el suministro europeo de gas natural”.
España cuenta con una de las infraestructuras gasistas más extensas de Europa, con una gran capacidad de almacenamiento del gas que llega por barco y dos gasoductos que conectan yacimientos de gas en el norte de África. Pero el suministro se topa con un cuello de botella cuando llega a los Pirineos. Se necesitan nuevas y mayores conexiones a la red europea si España realmente quiere contribuir a la seguridad energética en Europa.
Hay alternativas al gas ruso.
Estados Unidos se ofrece a ayudar a Europa y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha aceptado la propuesta del presidente estadounidense Joe Biden. Pero las entregas serían en barco, lo que no puede ser una alternativa sostenible. La Unión Europea también está en conversaciones con socios como Azerbaiyán, Noruega y el norte de África. Qatar es otra opción, ya que el país es uno de los mayores productores de gas natural licuado del mundo. Las tres cuartas partes de la producción se exportan a Asia, pero solo el 5% a Europa.
Por tanto, la alternativa española parecerá ahora más creíble. “Estamos hablando de asegurar el suministro de energía en Europa, y esta nueva infraestructura podría ser crucial”, dijo Oscar Barrero, director de asesoramiento y servicios energéticos de PWC. Así que creo que en este momento la voluntad política es mucho más importante y probablemente el acceso a la financiación. †
Sobre la mesa resucitó un archivo que creíamos definitivamente enterrado: el MidCat. Lanzado por España, Portugal y Francia en 2003, este proyecto de gasoducto pretendía conectar las redes española y portuguesa a la red europea y ayudar a abrir la Península Ibérica, una auténtica «isla energética», con menos del 5% de interconexiones -lejos del 15% exigido por Europa.
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