Tras la muerte de Franco en 1975 y el fin de la dictadura, el sentido común gobernó en España. Los primeros años de democracia fueron los de numerosos compromisos entre la derecha, la izquierda y ciertos grupos nacionalistas vascos y catalanes. La Constitución de 1978 estableció una monarquía parlamentaria en la que las regiones, llamadas Autonomías (equivalentes a los Länder alemanes y los cantones suizos), tienen una fuerte capacidad de autogobierno, dentro del marco unitario de España.

Después del llamado «período de transición», un período que pasó de la dictadura a la democracia constitucional (1975-1978), los moderados de las dos grandes familias políticas se sucedieron al frente del país. Adolfo Suárez, un conservador moderado, y Felipe González, un socialdemócrata igualmente moderado, simbolizaron y encarnaron este período. Los conservadores de la UCD, entonces Partido Popular (PP), y los socialistas del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), se sucedieron en el gobierno. Modernizaron España y convirtieron al país en un miembro fuerte de la Unión Europea. Sin embargo, los nacionalistas vascos y catalanes no respetaron las similitudes y el espíritu de la «transición». Jugaron la carta de la afirmación cultural y el nacionalismo, alimentando sentimientos separatistas.

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