Además de un amplio consenso en los medios que quiere que la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) sea un éxito, para mérito del Papa Francisco, el evento que finalizó en Lisboa el 6 de agosto de 2023 fue la oportunidad para una comunicación directa y completa de un Papa que pretende completar el programa de su pontificado sin demasiada demora.
que parece lejano, viejo, la época en que los pasillos de los palacios apostólicos ya no crujían con el familiar susurro de los trajes de los prelados durante los largos meses de verano que el Papa soberano pasaba en su residencia de Castel Gandolfo. Porque las noticias de la Santa Sede ahora parecen una cadena de información continua, para disgusto de los vaticanistas que han renunciado a las largas vacaciones.
Solo en la primera semana de agosto de 2023, la comunicación del Papa Francisco no ha estado ociosa: JMJ, ruedas de prensa en el avión que lo llevó y trajo de Lisboa, entrevista exclusiva con la revista católica en español vida nueva… Una palabra contundente para demostrar que el sucesor de Pedro está pisando el acelerador en lo que iba a ser la última parte de su pontificado.
Porque la prensa percibió ciertos signos de cansancio del Papa argentino durante la Jornada Mundial de la Juventud: en varias ocasiones, durante su visita relámpago a Fátima, o durante un discurso a los jóvenes en particular, el Papa Francisco se desvió por completo del discurso habitualmente revelado río arriba a periodistas, para facilitar la redacción de sus artículos. Aquí también, los corresponsales de los principales medios tuvieron que adaptarse.
Ante las preguntas de la prensa sobre un posible problema de salud en el avión que lo trajo de regreso de Lisboa, el Santo Padre respondió que «su salud era (era) buena» y que efectivamente se había adaptado a su público, porque «los jóvenes no tiene mucha capacidad de atención», sino también porque el reflejo de ciertos proyectores le «impedían» leer el texto preparado.
Preguntado sobre su futura visita a Marsella en septiembre, para presidir una cumbre sobre el mundo mediterráneo, y no como parte de una visita de Estado a Francia, el Papa explicó: «Fui a Estrasburgo, voy a Marsella, pero no a Francia (…) No tengo nada en contra de Francia, pero mi política es visitar los países pequeños de Europa, los países grandes como España, Francia o Inglaterra los dejo para después, al final”.
Para el vaticano John Allen, aquí es donde la dimensión más «revolucionaria» del pontificado de Francisco pasa a primer plano, que consiste menos en posicionarse favorablemente en contra de las visiones progresistas – visiones que hemos escuchado en ciertos sectores de la Iglesia desde la década de 1960, y obsoletas en más de una sola manera, que en un intento de desvincular a la Iglesia Católica, especialmente al Vaticano, del modelo occidental.
Como prueba, en la entrevista publicada en vida nueva el 4 de agosto, el Papa argentino invocó la figura del «libertador» Simón Bolívar, cuyo legado se desvanecía a causa del imperialismo occidental, especialmente norteamericano.
Por analogía, es necesario que el Papa actual cambie de paradigma, es decir, que «piense» la Iglesia fuera del marco del pensamiento occidental, para de alguna manera liberarse de él: y la hueste de Sainte-Marthe cree que el la evolución demográfica del catolicismo mundial le da la razón.
“Soy una piedra en el zapato para muchos”, dijo el Papa Francisco en uno de sus últimos discursos de verano. ¿Un guijarro o más bien un deslizamiento de tierra? Afortunadamente, los muros de los leones del Vaticano han visto otros…
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