Los intentos de los separatistas catalanes de acabar con el centralismo en Madrid han sido numerosos. Digamos que desde que empezaron a plantear la posibilidad de secesión de España a mediados del siglo XIX, todos sus movimientos han ido encaminados a cambiar el equilibrio de poder y quitar competencias al gobierno central, con el objetivo de conquistar ante la Generalitat. . En muchas ocasiones, como durante los golpes de Estado de la Segunda República, lo consiguieron.
En otras ocasiones, los intentos fueron mucho más notables y sorprendentes, como en julio de 2010, cuando el parlamento catalán dio luz verde a la restauración de las veguerías: una organización territorial que existió en Cataluña desde el siglo XII al XVIII. Los separatistas y nacionalistas no estuvieron lejos de conseguir su objetivo con el apoyo del presidente de la Generalitat, el socialista José Montilla. Su propuesta era nada menos que acabar con las cuatro actuales provincias catalanas, anulando así la famosa escisión de Javier de Burgos en 1833.
“Las veguerías no pueden suscitar ninguna controversia, ya que no se discute la capacidad de la Generalitat para velar por la administración del territorio. Adaptar las diputaciones a demarcaciones vegetarianas es posible desde el punto de vista jurídico”, aseguró Montilla sobre Onda Cero respecto a los artículos del Estatuto catalán que hacen referencia a este sistema organizativo. Una medida que recibió duras críticas, incluso por parte de algunos de sus compañeros del Partido Socialista de Cataluña (PSC).
Inicialmente plantearon la posibilidad de crear cuatro veguerías que coincidirían con las cuatro provincias: Barcelona, Tarragona, Lleida y Girona. Sin embargo, el objetivo oculto de los separatistas era iniciar una serie de negociaciones con el gobierno español para poder crear tres veguerías adicionales lo más rápido posible: Terres de l’Ebre, Cataluña Central y Alt Pirineu i Aran.
División territorial
La división territorial de Cataluña siempre ha sido un tema controvertido, que ha causado grandes preocupaciones no sólo dentro de la comunidad autónoma, sino en todo el país. Fue por ello que la regente María Cristina de Borbón-Dos Sicilias impulsó un plan de reformas políticas y administrativas tras la muerte de Fernando VII. La más importante fue esta nueva organización en España, comandada por De Burgos, el Ministro de Fomento, a la que los separatistas siempre se habían opuesto.
La idea surgió a finales del siglo XVIII, a raíz de las descripciones que hacían ciertos intelectuales y políticos de la organización territorial española. Ésta del poeta valenciano León de Arroyal, por ejemplo: “El mapa general de la península nos muestra ridiculeces de determinadas provincias anidadas en otras, rincones muy irregulares por todas partes, capitales en los extremos de los partidos, ayuntamientos muy extensos y demás . muy pequeñas, diócesis de cuatro leguas y diócesis de setenta, cortes cuya jurisdicción apenas se extiende más allá de los muros de una ciudad, y otras que abarcan dos o tres reinos. En definitiva, todo lo que debería conducir al desorden y a la confusión.
A principios del mismo siglo, el primer rey de la dinastía Borbónica, Felipe V, ya había introducido en España la figura del alcalde, una especie de gobernador provincial encargado de los asuntos económicos, con el que quería tener más poder sobre qué pasó. sucedió. . Pasado Madrid. Sin embargo, este personaje prácticamente no tenía poder real, el cual pertenecía al corregidor (administraba justicia y gobierno). La estructura siguió la evolución de la división administrativa del país y de hecho el mapa de municipios cambió durante este siglo: en 1718 había 18; en 1749, 25; a finales de siglo, 35. Algunas, como Murcia, Toledo y Sevilla, ocuparon superficies mayores que las de las actuales provincias, y otras, como La Mancha, ya no existen hoy como provincia o comunidad autónoma.
Napoleón
En 1810 España estaba dividida en 38 prefecturas bajo dominio francés, pero hasta 1822 fueron tres provincias que hoy han desaparecido. Un caos con el que tuvo que lidiar el gobierno central durante años y con el que era muy difícil conseguir sus órdenes en las numerosas ciudades y regiones históricas que poseía la monarquía. Hubo cortes inferiores, alcaldes, partidos, ayuntamientos, ayuntamientos, gobiernos políticos y militares, reyes, órdenes, abadengos o señoríos que transformaron a España, a diferencia de otros países del mundo, en un país «diverso, complejo, confuso y caótico». lugar, según. a Aurelio Guaita, profesor de derecho administrativo ‘El departamento provincial y sus cambios’ (DA Estudios, 1972).
En octubre de 1833, durante el gobierno de Cea Bermúdez, Javier de Burgos fue nombrado Secretario de Estado y Fomento General del Reino para poner fin a este desorden mediante un nuevo reparto del territorio. Un mes después se aprobó el decreto que dividía España en 49 provincias. Una obra de extraordinaria importancia si tenemos en cuenta que después de siglo y medio éstas han permanecido prácticamente intactas, apareciendo sólo una más, en la antigua provincia canaria. Todas llevan el nombre de sus capitales, a excepción de las provincias de Navarra, Álava, Gipuzkoa y Vizcaya, que aún conservan su nombre.
La nueva España, diseñada por De Burgos, también tenía 14 regiones. Y en abril de 1834, 463 ciudades tenían un tribunal de primera instancia. Un organismo creado por real decreto, cuyo ministro definió las provincias como “el centro del que surgió el impulso para regularizar el movimiento de una maquinaria administrativa”. Sin embargo, esta nueva estructura no responde a un criterio puramente geográfico, a diferencia del modelo francés, que es un poco más racionalizado. En España también se tuvieron en cuenta los aspectos históricos, respetando las divisiones de los antiguos reinos pero teniendo en cuenta la distancia y el número de habitantes de cada asentamiento.
La justificación de las veguerías
No fue fácil llegar hasta aquí. Fue necesaria mucho tiempo y paciencia para dividir el territorio español tal y como lo conocemos hoy, que sólo sufrió cambios menores y siempre tuvo que ver con las reivindicaciones históricas de las veguerías. Sobre todo, desde los inicios del catalanismo político en el siglo XIX y hasta el primer tripartito catalán en 2003, que dio un nuevo impulso a esta idea medieval, no sin algunas divisiones internas. Por ejemplo, las disputas entre Tarragona y Reus por querer ambas convertirse en capital de Veguería, las exigencias de Vic, Penedès y Val d’Aran de tener su propia Veguería y el rechazo a la ciudad de Lleida como provincia dividida en dos . .
A lo largo de la historia, Cataluña ha tenido varias organizaciones territoriales, de las cuales las Veguerías fue una de las más importantes. Tras ser creados en el siglo XII, han variado a lo largo de la historia: Bages, Barcelona, Berga, Besalú, Camarasa, Camprodon, Cervera, Girona, Lleida, Montblanc, Osona, Pallars, Ribagorça, Ripoll, Tarragona, Tàrrega, Tortosa y Vilafranca. del Penedès. Además, había subveguerías, como la del Vallès, y delante de cada una de ellas había un veguer.
En 1716, con el Decreto de Nueva Planta, el mapa catalán se reorganizó con 12 corregimientos: Tortosa, Tarragona, Lleida, Talarn, Puigcerdà, Manresa, Vic, Girona, Mataró, Vilafranca del Penedès y Barcelona. La Val d’Aran se consideraba una comarca aparte. Esta división duró menos de un siglo, ya que Napoleón fundó cuatro departamentos entre 1808 y 1814: Ter, con Girona como capital; Montserrat, con capital Barcelona, y Segre y Les Boques de l’Ebre, con capital Lleida. Así hasta la llegada de la Reforma de Burgos, que puso fin a la confusión anterior.
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